"¡Venga Matamoros! ¡Vamos! Me faltaba menos de un kilómetro para llegar al final del Maratón de Madrid y la gente no paraba de animarme golpeando las vallas de chapa de publicidad que tanto se utilizaban entonces. Iba muerto, pero empecé a esprintar y cuando ya veía el arco de meta miré para atrás y había perdido de vista a mi perseguidor. ¡No sé ni dónde se había quedado! Me había dejado llevar por los gritos de ánimo del público y obtuve una victoria fácil".
Quien así nos habla es Ramiro Matamoros, un portentoso atleta popular que en los años ochenta alcanzó una fama digna del mejor de los corredores de élite. "Yo sabía que no era tan bueno como la gente pensaba", nos confiesa con modestia. Sin embargo sus victorias y sus marcas nos aseguran lo contrario; 29:11 en diez kilómetros, 1h:03.49 en medio maratón y 2h:16:56 en maratón no son precisamente tiempos al alcance de cualquiera. A día de hoy se impondría en infinidad de carreras populares. En su día ya lo hizo, y aunque había muchas menos pruebas que en los tiempos actuales, muy pocas, casi ninguna, se le ha resistido: la San Silvestre Vallecana, los maratones de Madrid y Valencia, Canillejas, la Carrera del Agua, el Medio Maratón de Moratalaz, etc. Todas ellas le han visto ocupar el cajón más alto del pódium.
Un simpático rostro que siempre ha adornado con un bigote y su inseparable indumentaria amarilla le hacían fácilmente reconocible por todos. Matamoros siempre salía a darlo todo y cuanta más calidad había en la carrera más motivado se encontraba para correr. "Un año llegué a ganar cerca de veinte carreras populares seguidas. Ahora si hubiera estado en forma podría ganar muchas de las que hay que se corren a treinta minutos", nos asegura.
"¿Antes había más nivel?", le preguntamos. "Bueno, antes había menos cantidad de populares, pero de mucha calidad", nos responde. El secreto, entrenar y entrenar en medio de una jornada de trabajo inagotable. Hasta hoy en día se ha levantado siempre a las siete menos cuarto para repartir patatas fritas con su furgoneta. Después de comer al mediodía (siempre de menú o de bocadillo, sin obsesionarse con la ingesta de carbohidratos) sigue trabajando hasta las seis y media de la tarde y ya después, por fin, empezaba a entrenar. Ahora en el Club Centro Clínico Menorca, para el que no tiene suficientes palabras de agradecimiento.
Ramiro en su día apareció en portada en todos los periódicos y revistas de la época, y no sólo en los deportivos, sino también en los generalistas. Eran unos años, los de los ochenta y principios de los noventa, en los que los domingos la gente podía ver por televisión el mejor circuito de cross del mundo: el español, por supuesto.
Su imagen en la pequeña pantalla siempre ha aparecido vinculada a una furgoneta de patatas Matutano. Con ella trabaja desde hace años, incluso en sus mejores momentos atléticos, cuando disputaba el Campeonato de Europa de Clubes con su equipo (MAM - Galgo) a la temible e inigualable escuadra portuguesa de Fernando Mamede y de los hermanos Castro ("todos conocíamos a los hermanos como 'los cabezones'. Eran muy bajitos", nos dice sonriente).
En su empresa no le permitieron una reducción de jornada laboral, lo que unido a una mala racha de lesiones, no le permitió dar el salto al profesionalismo. "Si lo hubiera podido hacer creo que habría valido para correr. Los entendidos, al menos, dicen que sí", confiesa Matamoros.
"Y con tantas victorias ¿ganaste mucho dinero?", le preguntamos. "En mis tiempos no había dinero en las carreras populares. Se regalaban televisiones, vídeos o viajes. En la Carrera de Iberia por ejemplo gané un viaje a Miami de quince días para dos personas. En el Maratón de Madrid gané un coche y trescientas mil pesetas de las de entonces. Las carreras que tenían dinero daban muy poco. No te podías dedicar a ello", dice Ramiro. "Aunque he llegado a correr con Abel Antón, José Manuel Abascal y José Luis González", apunta orgulloso Matamoros. Con él estaríamos charlando durante horas, su historia va ligada al de las carreras populares en España. Gente como él es la que ha hecho afición en nuestro país.
Non grato en Canillejas
Año 1986. Séptima edición de la Carrera Popular de Canillejas. La excelente fama de esta mítica prueba madrileña viene refrendada por una participación de lujo con Fernando Mamede (campeón del mundo y olímpico en diez mil metros) y Mike Mc Leod (subcampeón olímpico) como cabezas visibles del cartel. El premio de un coche para el vencedor provoca que entre los competitivos atletas populares de la época cunda el nerviosismo en los minutos previos al comienzo. Sólo así se explica que antes de tiempo un buen número de ellos saliera escopetado en pos de la meta. Ramiro Matamoros estaba entre ellos.
Todos fueron tras él como el correrdor a batir que era. Después todo un despropósito de confusión y caos. Pepe Cano, el incombustible organizador de Canillejas, asegura que los populares, con Ramiro al frente, se adelantaron al disparo que daba comienzo a la prueba y que desobedecieron las órdenes de detenerse y regresar a la salida para iniciar de nuevo la prueba. El de Navarrevisca, por su parte, asegura que él se enteró del incidente casi a mitad de la carrera y que, sabedor de que había desperdiciado ya muchas fuerzas, decidió continuar aunque supiera que no se daría validez a su posible victoria.
La cuestión es que mientras un grupo corría para terminar la carrera, por detrás el resto se preparaba para tomar de nuevo la salida. Es en este grupo donde se encontraban las figuras. "Yo no salí antes de tiempo. Empecé a correr cuando escuché el disparo, pero Mamede estaba meando y quisieron repetir la salida para que no tuviera desventaja", nos dice Ramiro Matamoros. Cuando Mc Leod lideraba el segundo grupo (el oficial) seguido de los portugueses Mamede y Leitao, algunos de los que habían tomado la salida invalidada minutos antes, se abalanzaron sobre estos corredores.
El británico, empujado, fue a parar a los bajos de un coche y los atletas lusos, fueron objeto de puñetazos y empellones. El resultado, un escándalo mayúsculo y portada en todos los principales diarios nacionales: La Carrera de Canillejas terminó a bofetadas, titulaba el YA. Escándalo y suma de despropósitos en la Carrera Popular de Canillejas, decía ABC. El Subcampeón Olímpico agredido en una carrera popular, apuntillaba El País. "A mí Pepe Cano me acusó de liderar la revuelta porque vio a un rubio por allí, pero desde luego, yo no hice nunca nada de lo que se me acusa", concluye Ramiro.
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Redacción y colaboración Gerado Vázquez, Isaías Díaz, David Ramiro, Rafa García, Manuel Macià, Juan Antonio Alegre, Miguel Caselles, Almudena Rodríguez, Noelia Rojo, Alejandro de Ancos y Roberto García Ferreras. |