Todo empezó de la manera más tonta, con una simple llamada de Cristina García a Atención al Cliente de Famosa. Al otro lado del teléfono contestó un alicantino de poco más de cincuenta años, aficionado a los maratones y más amable que de costumbre en este tipo de servicios. La petición de Cristina fue una nueva muñeca para su hija enferma de leucemia. Así nació una peculiar amistad entre dos personas muy diferentes y con un único punto en común. Sólo un punto, pero lo bastante sólido como para continuar hablando a lo largo del tiempo.
Años más tarde, y por iniciativa del atleta alicantino, nacería el Proyecto Forrest 2.0, un desafío de 546 kilómetros a recorrer en trece etapas. El objetivo no fue unicamente correr para recaudar fondos en favor de AFANION (Asociación de Familias de Niños con Cáncer de Castilla La Mancha), sino algo mucho más profundo: transmitir un mensaje de esperanza, fortaleza y optimismo. En otras palabras, decir a los padres de los niños con cáncer que con energía positiva y esfuerzo se puede llegar a la meta, que nunca hay que rendirse.
El simil entre una carrera de fondo y la lucha diaria de los padres afectados por esta enfermedad se hizo carne sobre el asfalto y en la figura de Jose María Silvestre. "Ha sido un gesto de generosidad tremenda por su parte, porque los padres afectados tenemos que luchar sí o sí por nuestros hijos, no hay otra alternativa, y José María emprendió este durísimo proyecto por su propia voluntad", nos dice Cristina, una madre que ha convertido la curación de su hija en una causa.
La labor organizativa que requiere un proyecto así necesita de un trabajo y una paciencia descomunales. Ambos tuvieron que pedir el apoyo de los pueblos por los que pasaba la carrera. Tardaron casi un año en atar todos los cabos. Aún así, hubo lugares en los que tuvieron que costearse el alojamiento y el fisio. "Además, también necesitábamos unas mesas informativas donde publicitar nuestro mensaje y captar voluntarios para correr con José María", explica Cristina.
A este respecto, la labor de los clubes de atletismo y de los colegios de Castilla La Mancha ha sido vital. En la gran mayoría de las etapas el atleta alicantino ha ido acompañado de otros corredores e incluso de los niños de las escuelas, quienes se colgaron su dorsal para trazar unos kilómetros junto a José María. "La idea fue vender cada kilómetro a un euro, de tal forma que la gente pudiera correr conmigo y así aportar una cantidad", explica nuestro protagonista.
El desafío comenzó el pasado 13 de abril a las puertas de la fábrica de Famosa en Onil (Alicante), lugar de trabajo de José María Silvestre. Por delante 546 kilómetros. "He tenido etapas muy duras, con vientos muy fuertes, lluvias, y también lesiones. Ya el segundo día me dio un petardazo en el soleo y pensé que no podía seguir. Pero estaba claro que no podía abandonar, ni por los padres, ni por los niños", nos comenta.
Fueron trece días muy duros físicamente y psicológicamente, aunque de cara al exterior Forrest siempre se mostró fuerte como una roca. La profesión iba por dentro. "En este sentido él tuvo que hacer como los padres afectados de cáncer, aparentar fortaleza y no dar muestras de debilidad aunque por dentro estemos sufriendo. Hay que tener entereza, no tenemos otra opción", comenta Cristina desde su experiencia.
A medida que avanzaban los días José María se hacía más fuerte, aunque las lesiones empezaban a ser más incisivas. Su molestia en el perineo le dejó al borde de la retirada en más de una ocasión, pero al día siguiente, con ilusiones renovadas, volvía a calzarse las zapatillas. "En Ciudad Real me dijo un doctor que parara, que él como médico me recomendaba estar veinte días sin apoyar el pie en el suelo. Y yo le dije que vale, que lo cumpliría, pero después de correr los 200 kilómetros que me faltaban".
Especialmente dura fue la etapa entre Consuegra y Orgaz, atravesando el duro Puerto de los Yébenes. Aunque ese día el alicantino contó con más apoyo que nunca y el público le llevó en volandas hasta el final de la etapa. "Me pusieron música y me animaron muchísimos vecinos del pueblo. Fue muy emotivo, hasta me hicieron firmar el libro de celebridades de la ciudad jajajaja", nos dice con una carcajada nuestro Forrest particular.
Ha pasado dos meses y José María Silvestre se muestra orgulloso de su periplo por la carretera. "Siempre tenía una excusa para abandonar pero miles de ellas para seguir. Retirarme hubiera supuesto enviar un mensaje de derrota ante el cáncer, y eso es lo último que quería. Había que llegar a meta como fuera. Mi meta era Toledo, la meta de todos los padres que me apoyaron curar el cáncer de sus hijos".
Su llegada a Toledo fue de lo más emotiva, un día lluvioso y con vientos, y aún así con mucha gente acompañándole. "Mis amigos del Club Atletisme Castalla me dieron una sorpresa y aparecieron a veinte kilómetros del final, para hacer conmigo el último tramo. ¡Fue una gran sorpresa! Al llegar a la pista de atletismo se me pasó toda mi vida en imágenes en un segundo. Esprinté y no podía ni dominar mi cuerpo, las piernas se me iban solas hacia delante".
Aquel 25 de abril quedará grabado en el recuerdo de muchas personas, no solo de José María. Algo más de 20.000 euros se recaudaron en aquellos trece días de sufrimiento, ilusión, agonía, rabia, dolor, esperanza y lucha, un cóctel de emociones que encaja a la perfección con la vida diaria de cualquier padre con un hijo con cáncer. "José María ha demostrado una gran resistencia ante su proyecto igual que nosotros la tenemos ante la enfermedad de nuestros hijos", comenta Cristina. Empatía, le llaman.
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Redacción y colaboración Gerado Vázquez, Isaías Díaz, David Ramiro, Rafa García, Manuel Macià, Juan Antonio Alegre, Miguel Caselles, Almudena Rodríguez, Noelia Rojo, Alejandro de Ancos y Roberto García Ferreras. |