La Sierra Madre Occidental (o sierra Tarahumara) es un conjunto de abruptos cañones casi inaccesibles situados en el oeste de México. En sus entrañas se resguardan los indios rarámuris o tarahumaras, como ellos mismos se hacen llamar. Traducido al castellano significa los de los pies ligeros. Hablamos de una tribu con unas costumbres de vida milenarias que vive a 2.500 metros de altitud. Acostumbrados a las sequías y las hambrunas, desde su origen se han visto obligados a sobrevivir en este terreno tan hostil. Y lo han logrado corriendo.
No buscan podios ni medallas ni condecoraciones, solamente ser fieles a su idiosincrasia. En las Barrancas del Cobre el que no corre no resiste, y por ello todo rarámuri está obligado a hacerlo. Antiguamente corrían para servir a los reyes aztecas y ahora lo hacen por necesidad, para buscar alimento y agua y para rendir culto a su más anciana tradición, que no es otra que la de correr. Odian las grandes urbes y por ello jamás han salido de estas zonas de la Sierra Madre. Necesitan la naturaleza.
Un indio rarámuri cualquiera es capaz de correr durante horas, e incluso días, sin necesidad de parar. Han desarrollado esta habilidad en un terreno agreste lleno de precipicios, riscos y rocas, un lugar con una profundidad superior a la del Cañón del Colorado. En su cultura está tan arraigada la carrera a pie que el sueño de todo niño tarahumara es convertirse en el mejor corredor de larga distancia de su poblado.
Para estos indios rarámuris no existen conceptos como el entrenamiento o la nutrición. En sus largas travesías por los cañones apenas se alimentan de pinole, que es el resultado de mezclar harina de maíz molido con agua. Quizá no sepan ni de la existencia de bebidas isotónicas. Los rarámuris no se quejan ni jadean después de una docena de horas corriendo. Están genéticamente adaptados a las carreras de fondo y para ellos es su estilo de vida.
El indio rarámuri es bajito, de complexión delgada y de tez morena. Sus atuendos tampoco son los habituales de los corredores de larga distancia. Tanto hombres como mujeres visten a diario con amplias blusas o túnicas de colores llamativos y faldas anchas a la altura de los muslos. Un elemento clave en su vestimenta es la koyera, una cinta ancha de algún color vivo con la que sujetan su pelo, normalmente liso y moreno.
Aunque sin duda lo que más llama la atención es su calzado. Lejos de utilizar zapatillas modernas con amortiguación y tacos en la suela, los rarámuri usan unas sandalias que ellos mismos elaboran y a las que llaman Huarache. En la antigüedad las fabricaban con pieles de animales y actualmente lo hacen con llantas de neumático desechado, el cual cortan a tiras para hacer sus huarache a medida. Suelen atárselas hasta las pantorrillas y sin usar calcetines.
La tribu de los tarahumara ha despertado la curiosidad de los entrenadores de atletismo americanos. Algunos de ellos viajaron hasta las inhóspitas Barrancas del Cobre con el objetivo de llevarles a correr pruebas de ultradistancia a Estados Unidos. En el poblado de Urique (Chihuahua) viven algunos de los mejores corredores, quienes se reunen cada año con el gobernador para elegir quién correrá en Estados Unidos.
Rick Fisher fue el manager de los tarahumara durante más de cinco años y fue pionero en presentar a indios rarámuri en carreras americanas. Llegó a crear el Tarahumara Racing Team con el objetivo de atraer la atención sobre la Sierra Madre Occidental, aquejada de una profunda hambruna que estaba acabando con la vida de muchos niños.
Así, bajo promesas de alimento y sacos de maíz, los tarahumara accedieron a salir por primera vez de sus agrestes poblados para participar en carreras en Estados Unidos. Fue gracias al dinero de los patrocinadores americanos, grandes marcas de zapatillas que paradójicamente jamás utilizarán los tarahumara. Pero cuentan algunos vecinos de Urique que en más de una ocasión el dinero de las marcas deportivas yanquis sirvió para evitar una nueva hambruna.
Las 100 millas de Leadville es una de las pruebas de ultrarresistencia de mayor prestigio. Se celebra en esta ciudad de Colorado situada a 3.000 metros de altitud, la más alta de los Estados Unidos. Allí acudieron por primera vez en 1993 un pequeño grupo formado por tres corredores rarámuri. Entre ellos se encontraba Victoriano Churu, quien venció en Leadville a sus 55 años. En segundo lugar llegó Cirrildo Chacarito y en quinta posición Manuel Luna. De los cinco primeros clasificados, tres fueron los atletas tarahumara.
Aquella carrera confirmó a la tribu de las Barrancas del Cobre como la más resistente del mundo. Su participación generó tanta expectación que al año siguiente fueron siete los corredores tarahumara desplazados a Leadville. No se lo quisieron poner fácil y por ello la organización invitó a Ann Trason, la mejor ultrafondista de todos los tiempos. Ann había sido la ganadora absoluta de muchos ultras americanos, llegando incluso por delante de todos los hombres.
Pero una vez más los rarámuri demostraron su superioridad. El vencedor en esta ocasión fue Juan Herrera, un agricultor de Urique que con su blusa de colores y sus huarache en los pies marcó un crono de 17h:40, rebajando en más de media hora el récord vigente de la prueba. Aquella marca perduró imbatible durante once años. Martimiano Cervantes, otro de los tarahumara, llegó en tercera posición. De los once primeros clasificados, siete fueron indios rarámuri.
La presencia de los corredores de esta tribu en las carreras americanas levantó algunas controversias entre los participantes. Mientras unos estaban deseosos de poder correr junto a ellos, otros preferían que no volvieran más. Resultaba curioso ver a los rarámuri en los minutos previos al pistoletazo de salida. Mientras todos estiraban y calentaban sus músculos, los indios permanecían de pie casi inmóviles, tan solo esperando a que llegara el momento de echar a correr.
En los años sucesivos se produjeron nuevas victorias rarámuri en carreras americanas. Una de las más destacadas fue la de Cirrildo Chacarito en la prestigiosa Angeles Crest 100 miles de California, en 1997, donde acudieron algunos de los mejores ultrafondistas del momento. Marcó un crono de 19h:37 y desbancó al joven marine que llevaba ganando la prueba durante tres años consecutivos. En aquella misma carrera Juan Herrera logró una sexta plaza.
Hasta finales de la década de los noventa Rick Fisher siguió moviendo a su equipo de corredores indios por las pruebas más famosas de Estados Unidos, pero su polémico carácter y su actitud en las carreras terminó por hartar a los pacíficos tarahumara. En una ocasión en la Wasatch Front 100 de Utah sus corredores lograron los puestos primero, segundo y cuarto, pero el organizador decidió descalificarles porque Fisher se negó a pagar el coste de la inscripción.
Peor fue el episodio en la emblemática Western States 100, donde Rick Fisher acusó a los médicos de la organización de querer robar muestras de sangre a los tarahumara para analizarla y hacer pruebas genéticas. Así, cansados de pasar largas temporadas fuera de sus barrancas y viendo como Fisher se enriquecía mientras ellos solo percibían unos sacos de maíz, los indios rarámuri decidieron disolver el equipo y no volver más a Estados Unidos.
A día de hoy los rarámuri organizan carreras de ultrafondo varias veces al año en las Barrancas del Cobre. Compiten en su casa, en su terreno, por amor a su cultura y sin nadie que les dirija. Allí acuden también atletas de larga distancia de todos los rincones del planeta con sus tecnológicas zapatillas de montaña y sus modernas equipaciones deportivas, creando un mundo de contrastes que pone a debate muchos de los principios del atletismo moderno.
Pero los indios rarámuri tienen sus propias pruebas de fondo. La más ancestra de todas es un juego al que ellos llaman Rarajípari (la Carrera de la Bola). Es un entretenimiento muy común y un juego colectivo en el que compiten dos equipos. El objetivo es lanzar la pelota (normalmente de madera o de raíces de encino) con el empeine del pie lo más lejos posible y correr hasta ella. Así se hace de forma sucesiva hasta completar el recorrido acordado, que puede llegar a ser de hasta 200 kilómetros de distancia.
Las Carreras de Bolas pueden durar incluso días y las familias de los poblados ayudan a sus corredores llevándoles agua y pinole a distintos puntos del circuito. Además, alrededor de este juego los rarámuri realizan apuestas con alimentos, ropa o leña. El Rarajípari no sólo es una forma de divertirse, también es una manera de rendir homenaje a su propia cultura: la de correr largas distancias.
El mito de los tarahumara lleva apareciendo durante siglos en la literatura, donde ya se decía que tenían la capacidad de correr cientos de kilómetros de forma continuada. Quizá por el misterio que desprende su estilo de vida, la comunidad científica también se ha interesado por ellos. Hay quienes incluso defienden la teoría de que los tarahumara terminarán extinguiéndose.
Ivar Langle es un antropólogo deportivo que ha intentado indagar en esta etnia: "Los rarámuris están considerados a nivel mundial como los corredores más resistentes del planeta, por delante incluso de kenianos y etíopes. Una de las claves quizá esté en la constitución de sus fibras musculares, registrándose un predominio de las fibras rojas, que son las que les hacen aguantar esfuerzos tan prolongados con esa facilidad", comenta.
Dice una leyenda que en 1983 una mujer tarahumara apareció deambulando por las calles de un pueblo de Kansas, vistiendo su tradicional falda floreada y su ancha blusa. Creyendo que estaba loca la internaron en un manicomio durante doce años, hasta que un asistente social se percató de que su forma de hablar no era consecuencia de ningún trauma, sino de un idioma perdido.
El duelo de Urique
El periodista y escritor Christopher McDougall convivió unas semanas con la tribu rarámuri y publicó el libro Nacidos para Correr. En este best-seller cuenta cómo Micah True (más conocido como Caballo Blanco) logró organizar en la aldea minera de Urique una carrera donde se vieron las caras Scott Jurek y Arnulfo Quimare, o lo que es lo mismo: el mejor ultrafondista americano y el mejor corredor tarahumara.
A la competición, de 50 millas de distancia y 3.800 metros de desnivel, acudieron otros atletas americanos de gran nivel (Ann Trason entre ellos) y vecinos del pueblo de Urique. La prueba transcurría por unos parajes abruptos muy similares a los de Leadville. El ganador fue Arnulfo Quimare, quien venció por pocos minutos al americano Scott Jurek (del que muchos dicen que es el mejor ultrafondista de la historia), quien llegó en segundo lugar.
De nuevo los tarahumara demostraron su superioridad, clasificando a cuatro corredores entre los cinco primeros. Silvino fue tercero, Herbolisto cuarto y Sebastiano quinto. Cuenta McDougall que la noche previa a la carrera los rarámuri pidieron pozole para cenar, un sustancioso caldo de carne con tomates y gruesas mazorcas de maíz.
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