¿Frío o Calor? Esa es la cuestión

Las lesiones deportivas se producen por diversos motivos como accidentes, sobrecargas, desgastes, etcétera. En cualquier lesión podemos optar por tratarla desde un primer instante con una terapia física como puede ser el frío o el calor para que alivie el dolor.

Para un deportista lo más importante es la recuperación precoz de una lesión deportiva para comenzar a entrenar y competir al nivel que desea. En toda lesión suele producirse una inflamación (calor, rubor, dolor e impotencia funcional). Cuando esto ocurre, lo que se sucede a nivel celular es una migración de células como por ejemplo macrófagos a la zona local de la lesión con el objetivo de regenerar esta zona lesionada.

Hablamos de inflamación como respuesta local que se produce en un tejido vascularizado. El proceso inflamatorio consiste en una serie de características de eventos vasculares, bioquímicos y celulares que culminan en la reparación, la regeneración o la formación de tejido cicatricial. El proceso inflamatorio se activa a través de una serie de mediadores que producen principalmente aumento de la permeabilidad vascular y activación de leucocitos, plaquetas y del sistema de coagulación. Los mediadores vasoactivos se unen a receptores específicos de las células endoteliales y las células del músculo liso y producen vasoconstricción o vasodilatación.

La mayoría de las lesiones agudas de los músculos, ligamentos, tendones o huesos se caracteriza por sangrado. Tradicionalmente ante una lesión aguda se ha intentado que ese sangrado sea lo mínimo posible y si se consigue que sea nulo, mejor. Pero desde hace unos años existe una tendencia, a nuestro parecer más lógica, que debe modularse el sangrado ya que es necesario el aporte de ciertas células sanguíneas a nivel de la lesión para su regeneración. Pero existe una norma ante una lesión aguda que recibe el acrónimo de PRICE: "P" (protección), "R" (reposo), "I" (Ice=frío), "C" (compresión con vendaje) y "E" (elevación). Este protocolo debe instaurarse lo antes posible y con él empieza la recuperación del atleta lesionado.

¿Frío o calor?

Con respecto a la "I" de frío según las últimas evidencias debe instaurarse lo antes posible. Mediante la aplicación local de frío (hielo, bolsa de frío, geles de frío) se consigue cierta analgesia y se reduce el sangrado, por una vasoconstricción local, tan sólo en los primeros minutos de producirse la lesión. Se reduce la contractura de musculatura periférica. Por eso, el efecto beneficioso del frío se circunscribe a los primeros veinte, como mucho treinta minutos, de haberse producido la lesión.

Por su parte, el tratamiento con calor debe evitarse en la fase aguda de una lesión aguda. Pero el calor sí resulta efectivo para mejorar la elasticidad del colágeno tisular, aumentar la movilidad articular y reducir el espasmo muscular y el dolor. El tratamiento con calor provoca vasodilatación periférica y aumenta el flujo sanguíneo. También aumenta el drenaje de venas y vasos linfáticos, el aporte de oxígeno, el metabolismo tisular y el número de leucocitos y fagocitos.

La analgesia mediante el calor se produce por un aumento del umbral al dolor en las fibras periféricas y en las terminaciones nerviosas libres, con un efecto positivo en los husos musculares, produciendo un efecto relajante, y aumenta la movilidad articular. Es por ello por lo que se consigue eliminar el desarrollo indeseable del ciclo dolor-espasmo-dolor.

En resumen, estos son los casos en que resulta más adecuado iniciar un tratamiento con frío o con calor:

Tratamiento con frío: está indicado en lesiones agudas en general, esguinces, distensiones musculares y traumatismos articulares musculares.

Tratamiento con calor: indicado en artrosis (procesos degenerativos), músculos sobrecargados, contracturas musculares, pre-rehabilitación funcional, tras inmovilizaciones prolongadas y dolores menstruales.