Iten es una pequeña aldea ubicada en el Valle del Rift, en el norte de Kenia, donde residen unas 2.000 personas, en su gran mayoría atletas. Algunos de ellos dominan gran parte de las competiciones y maratones que se celebran en todo el mundo. Pero esto solo es una minoría. En Iten hay cientos de atletas esperando la gran oportunidad de viajar a Europa o a cualquier rincón del mundo para competir. Solo hay que dar una vuelta por esta pequeña aldea para darse cuenta de que se respira atletismo las 24 horas del día, desde que amanece hasta que anochece hay gente entrenando a todas horas, cada uno de ellos con una historia diferente, en su gran mayoría suele ser una vida dura y llena de obstáculos, que a muchos de ellos les lleva hasta este pequeño rincón del país africano con un objetivo común: salir de la pobreza y llegar a ser algún día un gran atleta para poder ganarse la vida y ayudar a sus familias.
Muchos te cuentan la historia de su vida, provienen de familias muy pobres, con muchos hermanos, acaban la escuela primaria y luego no tienen posibilidades económicas para seguir estudiando, lo que les obliga a buscar una salida. El atletismo suele ser el hilo de esperanza al que se agarran con fuerza para intentar triunfar en la vida o poder vivir un poco mejor de lo que viven. En Iten están alojados en habitaciones muy sencillas, con alquileres de entre 15 y 40 euros al mes, dependiendo del tamaño de la habitación o de las pocas comodidades de las que puedan disponer.
Olvidaos de grandes lujos, de productos de suplementación deportiva, de bebidas isotónicas, de relojes GPS de ultima generación, de llevar unas zapatillas de gama alta, de caminos largos, planos y asfaltados, de comer cinco veces al día, o de darse una ducha de agua caliente y sentarse en un sofá mientras decides qué película quieres ver. En Iten la mayoría de atletas son gente pobre, humilde, que duerme en una habitación de diez metros cuadrados sin agua potable ni electricidad, con un colchón en el suelo y un fogón para poder cocinar cuando pueden disponer de comida. Tampoco tienen armarios, escritorios y mesitas de noche.
En muchas ocasiones estos atletas no pueden ni comer porque no disponen de dinero para alimentos, o comen gracias a la generosidad de alguno de sus compatriotras que ha podido conseguir algo de comida, con las consecuencias que eso puede tener para un atleta a esos niveles. Fuera de los horarios de los entrenamientos la gente tiene poco ocio con el que distraerse. Ellos no tienen la posibilidad de ir de compras, a comer a un buen restaurante o al cine a ver la última película de estreno. Cuando acaban de entrenar se asean de la mejor manera posible y se reúnen en el porche o zona ajardinada de las casas o habitaciones donde residen. Allí hablan horas y horas, o bien se acuestan y descansan hasta la siguiente sesión de entrenamiento. Nada de lujos, todo muy simple, una vida muy monótona, sin embargo, siempre sonríen y son felices con lo que tienen. En muchas ocasiones porque no han conocido nada diferente a lo que ellos viven.
Su alimentación es bien sencilla y se basa en arroz, legumbres, verduras, carne, leche y el tradicional chai, un producto local que nace de la mezcla del te y la leche. Fuera de estos productos y de la fruta no conocen nada más.
Las zapatillas suelen comprarlas ya usadas y en muchas ocasiones desgastadas, igual que la mayoría del material que utilizan para entrenar. Lo más normal es que unas mallas o un cortavientos lo utilicen durante 7 o 8 días seguidos, lavándolo a mano cada día. Son gente muy generosa entre ellos, todo lo comparten, incluso el material para entrenar. Es una realidad dura y alejada de los grandes lujos que tenemos nosotros aquí en Europa, donde en cualquier tienda se puede comprar aquello que necesitemos. Allí todo esto es más complejo. El material bien lo consiguen a través de los grandes atletas que entrenan allí y que muy generosamente suelen compartir con sus compatriotas, o de lo contrario deben comprarlo en el mercadillo o en alguna de las dos tiendas de deporte que hay en la localidad de Eldoret. Es sencillo, se visten con lo que pueden, y no es extraño ver que vayan con mallas o camisetas técnicas agujereadas. Les da igual, no le dan importancia a lo material, lo realmente importante es que puedan entrenar, y mientras dispongan de lo mínimo indispensable para ello serán muy felices.
Iten es un lugar idóneo para sus entrenamientos, ya que los 2.400 metros sobre el nivel del mar a los que se encuentra así lo indica. El inconveniente es que el terreno es muy duro, prácticamente no hay nada asfaltado y todo son caminos interminables, en muchas ocasiones inestables y embarrados con desniveles y toboganes por todos lados y de manera continuada, de ahí otro de los factores que hace a los atletas kenianos mentalmente muy fuertes y con una potencia en las piernas muy grande. Rodar en Iten los primeros días se convierte en un auténtico suplicio, hay centenares de caminos y una gran variedad donde poder elegir. La mayoría de los atletas suelen tener sus preferidos, pero todos tienen desniveles y toboganes a lo largo del camino, en ocasiones son auténticos barrizales en los que pasar por allí supone acabar de barro hasta las cejas.
El mayor premio de entrenar por allí a primera hora de la mañana es ver al gran número de niños que te encuentras en el camino, todos saludan y te sonríen, se dirigen a la escuela, y casi todos tienen que recorrer el camino sin ningún medio de transporte que no sea sus piernas, mayormente descalzos y desde bien pequeños, con lo cual ya empiezan a trabajar sin saberlo y pueden realizar entre 7 y 15 kilómetros diarios dependiendo de la zona en la que vivan. Iten es un lugar montañoso, por lo tanto muchos de sus habitantes viven de la ganadería y, en muchas ocasiones, muy distanciados unos de otros.
Disponen de una pista de tierra que cuando llueve se convierte también en un auténtico barrizal, pero es una pista con una gran carga emotiva, ya que muchos de los grandes campeones olímpicos y mundiales kenianos se han forjado allí, ya que es la única que hay.
Solo disponen de una carretera asfaltada, que es la calzada que va hacia la ciudad de Eldoret (la mas próxima a la aldea, ubicada a unos 35 kilómetros). El problema de correr allí es que en dirección a Eldoret tiende hacer bajada y de vuelta a Iten siempre suele pegar el aire en contra. Además, rodar por allí en algunos momentos puede ser suicida, ya que la gran mayoría de conductores suelen ir con mucha prisa y eso pone en peligro a los corredores que transitan el lugar. También es la única opción en los días en los que ha llovido abundantemente y la mayoría de caminos están impracticables, aunque es cierto que a muchos de ellos no les importa ni les impide salir a entrenar.
Su metodología de entrenamiento suele ser bastante similar en muchos casos, basada en rodajes largos de entre 17 y 25 kilómetros. Los martes acuden a la pista a hacer series y los jueves suelen quedar en masa para hacer un fartlek que varía semanalmente, pero que puede llegar a reunir a más de 500 atletas. Los rodajes que realizan por la tarde son más suaves, run easy como le llaman ellos, y suelen rematar la semana con un rodaje largo y rápido el sábado. Los domingos muchos de ellos no entrenan, ya que acuden a misa y suelen ser gente muy religiosa. Si entrenan realizan una única sesión muy suave a primera hora de la mañana, para aprovechar el resto del día y cargar pilas para la semana siguiente. Como nota anecdótica hay que resaltar el gran respeto que le tiene la gente a los atletas, cuando uno sale a rodar por allí personas de todas las edades te miran con gran admiración. Si están en medio de un camino se apartan para dejarte pasar y te saludan o animan. Sin duda, esto es uno de los únicos lugares en el mundo que se puede ver esto.
La competitividad es muy común entre todos los atletas de la zona. En una media maratón en Eldoret un keniano que realice 1h:04 puede finalizar en la posición 60 de la general tranquilamente. Tuve la ocasión de poder asistir a la Maratón de Kapsalet, una de las más importantes de Kenia, donde se han dado a conocer grandes atletas como el maratoniano Mutai. En esta carrera realizan también una prueba corta de 12 kilómetros con un nivel impresionante. Los 150 primeros que vi pasar iban a un ritmo endiablado. La gran mayoría de estos atletas nunca ha tenido la oportunidad de correr fuera de su país, y posiblemente no lo logren a no ser que tengan un golpe de suerte. Era bonito ver el ambiente en las calles, hay que pensar que el atletismo en Kenia es el deporte rey junto al futbol, y la gente cuando hay alguna prueba sale a la calle para animar a sus atletas, realmente lo viven de una manera muy apasionada.
Se han hecho muchos estudios sobre los atletas kenianos, con conclusiones muy diversas. La mía, después de vivir una experiencia allí, es que su superioridad responde a una mezcla de varios factores: la altitud, la genética, el terreno por el que entrenan y, sobre todo, la necesidad de supervivencia y el hilo de esperanza que este deporte puede suponerles, una vida un poco mejor. Sin duda, son gente admirable, por su capacidad de entrenamiento y sacrificio y por la sencilla forma de vida que llevan, alejada de privilegios y del consumismo al que podemos estar sometidos en cualquier otro lugar del mundo. Su filosofía de vida se sustenta en el sacrificio y el trabajo, ya que piensan que ese camino, lleno de toboganes y desniveles, es el único que les conducirá al éxito.
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Colaboradores Área de Entrenamiento: Jerónimo Bravo y Miguel Ángel Rabanal. Área de Material: Fernando Chacón y Kike de Diego Álvarez. Área de Salud: Enrique García Torralba y Doctor López Chicharro. Área de Nutrición: Viviana Loria Kohen. Área de Carreras: Ignacio Mansilla. Área de Trail: Miguel Caselles, Juan Antonio Alegre y Juanma Agejas. |