A Enrique Gutiérrez le explotaron doce kilos de goma-2 en una obra pública mientras construía un túnel. Llegó al hospital con medio litro de sangre y estuvo 48 días entubado en la UCI prácticamente muerto. Solo un milagro pudo salvar su vida. La explosión le dejó una discapacidad del 44%, perdió la visión en el ojo derecho y le instalaron de por vida un bypass en la vena subclavia. Debido a la explosión su rostro quedó destrozado. Le han realizado ocho operaciones para reconstruirle la cara, la última de ellas el pasado 16 de enero.
Ya han pasado cinco años desde que aquel accidente cambiara la vida de este santanderino. Aún se percibe el dolor en sus palabras mientras lo recuerda. Pese a todo, se siente un afortunado por poder contarlo. "Al despertar, me subieron a la habitación y lo primero que pregunté fue si podría seguir corriendo. Los médicos se miraron unos a otros y no me contestaron. Yo todavía no me había visto ni la cara, y cuando me miré al espejo me eché a llorar. Pensé que no podría vivir así. Me preocupaba más poder hacer deporte que trabajar, y eso me llevó a pasar depresiones", comenta nuestro protagonista.
Aficionado al atletismo desde los veinte años, ni siquiera las secuelas provocadas por la explosión del accidente han mermado su pasión por correr. Todavía recuerda el primer día que intentó ponerse las zapatillas y salir a entrenar después de aquel maldito accidente. "No pude correr ni diez minutos, el cuerpo no me respondía. Tenía que pararme y echar a andar. Al cabo de unos días volví a intentarlo y llegué a correr un cuarto de hora. Poco a poco me fui recuperando como buen fondista y cogiendo la forma, y unos años después volví a a participar en una carrera popular", cuenta Enrique con la voz temblorosa.
Fue en la Media Maratón de las Galletas, en Tenerife. Hizo 1h:26. Poco después rebajaba ese crono hasta 1h:23 en la Media Maratón de la Laguna. Así, tres años después de la explosión que pudo costarle la vida, Enrique volvía a colgarse un dorsal, a ponerse las zapatillas, a sentirse corredor. No ha sido nada fácil. Durante todo ese periodo de rehabilitación, nuestro protagonista ha sufrido mucho sin poder dedicarse a su afición favorita. Y su recuperación aún no ha terminado del todo. El pasado mes de enero pasó por quirófano por última vez y los médicos le mandaron dos meses de reposo absoluto.
"Estoy que me subo por las paredes", asegura Enrique mientras charlamos con él. Cuando este artículo vea la luz, este veterano de 50 años estará inmerso en la preparación del Maratón de Berlín, al que ya está inscrito. Será el primero que haga después del accidente y su objetivo es bajar de las tres horas. El reto es complicado pero su nivel como atleta es tan alto que nadie puede poner en duda su capacidad para conseguirlo. Hablamos de un tipo que ostenta una plusmarca de 2h:23:16, lograda en el Maratón de Londres de 1997. Fue vigésimo séptimo en la clasificación general.
Natural de Cóbreces (Cantabria), la década de los noventa fue la más prolífica en la carrera deportiva de Enrique. Bajó de las dos horas y media en cinco maratones, logrando varios podios absolutos y algunas victorias en carreras de menor distancia. Además, en su palmarés figuran otros curiosos títulos: fue el primer español en bajar de tres horas en 50 kilómetros en Madrid, mantiene el récord de la desaparecida Santander-Torrelavega (27 kms) con una marca de 1h:29 y fue el primer cántabro de la Media Maratón Bajo Pas.
Esta prueba, celebrada en su tierra, fue precisamente la última que corrió. Su recuerdo es inmejorable. "En mi categoría de veteranos, 45-50, quedé tercero y compartí podio junto a Martín Fiz y Ramón Torres", explica orgulloso.
Consciente de que ya no volverá a recuperar su nivel treintañero, Enrique trata de disfrutar de las carreras populares como un atleta más, tarea complicada a veces debido a su discapacidad. "Para mi las salidas son difíciles, hay una multitud de corredores que va a lo loco y yo no puedo mover el ojo derecho, tengo que girar toda la cabeza. Además, en el brazo he perdido la movilidad en un 60% y eso me afecta al bracear y a la técnica de carrera", explica.
Mucho mejor ha quedado su rostro después de las operaciones. Con la cirugía Enrique ha mejorado su aspecto un 95%, lo que supone una reconstrucción casi completa de su imagen. "Tienes que fijarte muy bien para darte cuenta de todo lo que me ha pasado. Hace poco me saqué unas fotos con Fabián Roncero y Chema Martínez y cuando les conté lo de las operaciones faciales prácticamente no se lo creían", nos cuenta sonriendo.
Quique, como así le conocen sus amigos en Cóbreces, es un ejemplo de superación para todos aquellos que la vida les ha tendido una trampa. Su voluntad por calzarse las zapatillas y salir a correr fue más fuerte que doce kilos de goma-2. "Ahora tengo más ilusión que cuando empecé con veinte años. Los médicos me dijeron que salvé la vida porque era deportista y tenía el corazón fuerte", sentencia.
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