Nos referimos a los elementos relacionados directamente con movimientos de gran amplitud articular.
1.1. La movilidad articular. Son los grados de libertad que tiene una articulación a la hora de hacer un movimiento. Podemos mejorar este tipo de flexibilidad mediante rotaciones en un sentido y otro y en diferentes planos. Por ejemplo, en el calentamiento podemos incorporar diferentes rotaciones y lanzamientos de piernas hacia delante y atrás para movilizar la cintura pélvica.
1.2. La elasticidad muscular y ligamentosa. Esta propiedad otorga al músculo la capacidad de tensión, que junto a la flexibilidad de sus estructuras le aporta explosividad y rapidez, sobre todo determinante en los cambios de ritmo y esprints. Esta propiedad muscular se entrena mediante movimientos muy próximos al gesto deportivo, en este caso la zancada y el apoyo de competición, o a la exigencia específica de nuestro gesto deportivo.
1.3. La fuerza. El nivel de tensión de la musculatura implicada en un estiramiento puede ser crítico a la hora de alcanzar grandes amplitudes articulares. Véase una zancada larga y elevada con un amplio avance, esta depende de la fuerza de los músculos elevadores de la pierna, sobretodo el psoas y el ilíaco. En este caso si los grupos musculares como el cuadriceps y glúteos no tienen niveles de fuerza relativamente altos, no se alcanzaría la amplitud de zancada óptima y perderíamos eficiencia locomotora. Podemos mejorar este factor mediante la tonificación de los músculos implicados en la zancada, sobretodo los elevadores de piernas. Algunos ejercicios utilizados corresponden al grupo de lanzamiento de segmentos o balísticos o ejercicios de técnica de carrera como los skippings o multi saltos como los tándems y los denominados segundos de triple. A estos ejercicios podemos incrementarles la dificultad ejecutándolos en subida o añadiendo una sobrecarga o lastre en los tobillos, por ejemplo.
Nos referimos al conjunto de elementos y situaciones que tiene que ver con el medio ambiente y al entorno social del atleta.
2.1. La edad. La flexibilidad podría ser considerada como una capacidad regresiva, aunque durante la primera infancia (de los 5 a los 7 años) y la segunda infancia (7 a 12 años) se puede modificar positivamente esta tendencia mediante trabajos específicos. En estas etapas, la intensidad de los ejercicios no debe ser muy elevada para no dificultar el proceso de entrenamiento.
2.2. La temperatura. Tanto la ambiental como la interna del músculo pueden afectar el desarrollo de la flexibilidad. El frío la disminuye, y el calor facilita las prestaciones en esta capacidad física. Por esta razón no debemos hacer estiramientos muy intensos en espacios fríos (a menos que no vayamos abrigados adecuadamente) o sin haber calentado suficientemente. El hecho de madrugar no ayuda a la flexibilidad. Hagamos la prueba: por la mañana temprano, justo al levantarnos, intentemos alcanzar con la punta de los dedos de la mano la punta de los pies. Repite el mismo ejercicio por la tarde o noche después de haberte movido durante el día. Este movimiento, aunque no sea específico o deportivo, será suficiente para apreciar que por la tarde-noche tenemos mejor predisposición para la flexibilidad. Este hecho se debe al aumento sensible de la temperatura muscular y al desentumecimiento de las estructuras musculares y ligamentosas.
2.3. Las costumbres sociales. Los hábitos sociales, el desarrollo y los avances tecnológicos inciden positiva o negativamente en la flexibilidad. Por ejemplo, en sociedades donde es tradicional reunirse y relacionarse agachados, poseen un grado de flexibilidad de los gemelos muy desarrollada. Por el contrario, sociedades como la nuestra, donde el sedentarismo está presente, la atrofia de la musculatura de la espalda provoca un acortamiento de la musculatura de esa región que repercutirá negativamente en la actitud postural, y dificultará la mejora de la flexibilidad muscular.
Es conocida y aceptada la integración de todas las capacidades físicas (especialmente la flexibilidad) en una concepción global del individuo. El mundo de las emociones y los sentimientos afecta al estado de ánimo de la persona. Siendo esto así, esta conducta condiciona el grado de tensión muscular y, por tanto, la posibilidad de desarrollar más y mejor la amplitud articular o flexibilidad. En este sentido, hay una estrecha relación entre flexibilidad y calidad de movimiento y muscular. En momentos de más tensión y estrés (máximo entrenamiento, durante el periodo de competición, etc.) el desarrollo de la flexibilidad es menor, y en este sentido adaptar los métodos y técnicas de flexibilidad van a ser claves para conseguir las mejoras deseadas.
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