Valencia vibra con su idílico maratón

Cuando Santiago Calatrava diseñó hace catorce años la Ciudad de las Artes y las Ciencias jamás pensó que su obra serviría de escenario para un evento deportivo de la magnitud del Maratón Divina Pastora Valencia. De hecho, por aquel entonces esta carrera era una más en el calendario nacional. No tenía nada que la hiciera especial. Pero alguien en algún momento de lucidez tuvo la brillante idea de renovarla por completo y trasladarla en toda su inmensidad al lugar más conocido de la ciudad.

Desde entonces, todo ha cambiado en la capital del Turia. El nuevo recorrido, estrenado ya el año pasado, y la nueva fecha en el mes de noviembre (antes se celebraba en febrero), junto a la inyección económica de la empresa Divina Pastora, han dado a luz a una criatura de dimensiones inimaginables. Asusta incluso a los propios organizadores, que otro año más han vuelto a superar con creces el récord de participantes inscritos.

La Sociedad Deportiva Correcaminos, el Ayuntamiento de Valencia y el Grupo Talentum fueron los culpables de reunir a más de quince mil corredores en la entrada del puente de Monteolivete, ubicado entre el Palacio de las Artes y el famoso Hemisferic. En esta pasarela bífida se dieron cita atletas procedentes de 47 países, en especial de Italia, que aportó la gran mayoría de participantes extranjeros.

Y es que el Maratón Divina Pastora Valencia ya se ha ganado el respeto de todos. Incluso del cielo. La previsión para la carrera era de lluvia intensa, pero la famosa luna de Valencia dio orden de descargar el agua durante la noche y presentar al día siguiente un cielo azul que permitió correr a una temperatura cercana a los veinte grados. Un milagro climatológico si tenemos en cuenta la tormenta sufrida el día anterior.

Así, a las nueve de la mañana, hora fijada por la Organización, los cimientos de la Ciudad de las Artes y las Ciencias temblaban más que nunca. Pero cuando todo estaba preparado para la gran fotografía (corredores de maratón a un lado y participantes del diez mil al otro), una salida nula en el puente del maratón deslució la puesta en marcha de la carrera. Finalmente, tras poner de nuevo los chips a cero, el maratón salía con cinco minutos de retraso.

Poco importó. La gran mayoría de atletas que acudieron a la capital del Turia lo hicieron con un objetivo bien claro en mente: bajar marca. Por méritos propios Valencia se ha convertido en una de esas carreras que se señalan en rojo en el calendario de citas atléticas. El perfil llano y favorable de este nuevo recorrido ausente de cuestas duras permiten al corredor mejorar su registro personal.

Recta de meta sobre el agua

Se corrió rápido en Valencia, muy rápido. Tanto que los primeros 450 llegados a meta bajaron de las tres horas, esa barrera que parece infranqueable para muchos. La prueba marcó además un hito en la historia del atletismo nacional, ya que por vez primera once mujeres lograron correr por debajo de las dos horas y cuarenta y dos minutos. Sin duda, a Valencia le sobran argumentos para presentarse como una de las pruebas más llanas de Europa en esta distancia. Por eso lo hace, porque puede.

El circuito transcurre por las calles más céntricas de la ciudad, pasando junto a varios monumentos turísticos, como las Torres de Quart, el museo IVAM de Arte Moderno o las Torres de Serrano, aunque la columna vertebral de la carrera la forma el jardín del antiguo cauce del río Turia, lugar por el que miles de valencianos salen cada día a entrenar..

Pero como en las buenas películas, lo mejor del Maratón Divina Pastora Valencia está reservado para el final. Sobre el agua de la Ciudad de las Artes y las Ciencias una inmensa plataforma de hierros aguarda como recta de meta. La imagen es espectacular. Una alfombra azul que nos anuncia los últimos metros es testigo del paso de cada uno de los corredores. De los 9.200 inscritos lograron terminar 7.092, el mayor porcentaje jamás registrado por la carrera.

El más rápido de todos fue el keniano Luka Kanda (2h:08:14), que en un apretadísimo final ganó a su compatriota Kimurer Kemboi (2h:08:18) por tan solo cuatro segundos de diferencia. El tercer cajón masculino fue para el etíope Worku Biru (2h:09:59) mientras que el marroquí Hassan Ahouchar (2h:11:22), afincado en Valencia, fue de los más aplaudidos en meta. Marco Antonio Cepeda (2h:25:08), octavo, fue el primer español y Félix Martínez (2h:25:34), décimo, el primer valenciano.

En categoría femenina saltó la sorpresa con la victoria de la joven Birhane Daba (2h:29:22). La etíope, de tan solo 19 años, no estaba ni siquiera entre las quinielas para el triunfo, pero aguantó el ritmo del grupo y en el kilómetro treinta se despegó para llegar a meta con tres minutos de ventaja sobre Fidaku Bosho (2h:32:39) y la rusa Olha Kotovska (2h:33:44). Impresionante futuro el que le espera a esta joven maratoniana.

Así transcurrió la trigésimo segunda edición de una carrera en la que sales de un puente, corres por un río y llegas a meta sobre el agua. Si Poseidón hubiese sido maratoniano, Valencia le habría visto coronarse.